miércoles, junio 10, 2009

Llegaron a la puerta de su casa

Subieron las escaleras y entraron en el cuarto de la abuela, donde todo estaba igual que antes. El reloj de pared seguía midiendo el tiempo con su tic-tac y el movimiento de las manecillas. Y al trasponer el umbral de la puerta se dieron cuenta de que ya se habían vuelto mayores. A través de la ventana vieron las rosas del terrado en plena floración y junto a ellas estaban aún sus sillitas de niños. Los dos jóvenes corrieron a sentarse cada uno es su silla, como cuando eran pequeños. Se miraron a los ojos, y comprendieron la vieja canción:

Florecen en el valle las rosas.
¡Qué gusto da verlas tan hermosas!

Y allí permanecieron sentados, siendo mayores, sin dejar de ser niños, porque llevaban la inocencia en el corazón.

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