miércoles, enero 02, 2013

Año nuevo

Anoche me llegó un mensaje de mi angel/demonio/hado/duende/ente de la guarda desde el más allá terráqueo. No sólo me desaba un feliz año 2013 atendiendo al calendario cristiano-solar. Me deseaba un año de justo lo que más necesito en estos momentos: Paz. Paz interior. Paz a mi alrededor. Paz conmigo respecto al mundo y paz del mundo respecto a conmigo. Pero sobre todo paz interior, claridez mental, reificar. Y junto con la paz, también me deseaba amor. Amor de mí hacia mí. Amor de los demás hacia mí. Y amor de mí hacia los demás, el justo y necesario y no más del que puedo dar ni del que me provoque estar mal.

En resumen: ser yo y sólo yo pero simplificar, quitar peso, aligerar.

No conozco mucho a mi angel/demonio/hado/duende/ente de la guarda, ni si quiera sé su nombre (¿ADHDEG?) pero él se ha propuesto que tengo que seguir por mi camino, aunque yo no esté muy por la labor ahora mismo, ni vea del todo claro el por qué o para qué, deshecho como estoy, sentado sobre una piedra a pocos metros de la senda. Por dónde seguir lo se veo claramente: tengo que superar una cordillera con cinco picos. En realidad no es demasiado. Conseguí atravesar el bosque del este, pero como Sieglinde tras ser rescatada de la batalla, no deseo más que el fin de todo, y ni si quiera cuento con la espada rota de Siegmund.

Adhdeg me empuja para que me levante, me dice que tengo que seguir por la senda, que no puedo quedarme quieto. Que cualquiera de los seres a los que me he enfrentado entre la maleza del bosque puede aparecer por el fondo del valle en cualquier momento, pero ninguno se atreverá a aventurarse hacia las cumbres, ya que son animales de costumbres. Nunca se alejarán demasiado de la manada, y no cuentan con el valor ni la fuerza suficiente para escalar montañas. Se mueven únicamente por su instinto animal y su sed de carroña. Se abalanzan sobre el animal herido, se ensañan con él. Pero son cobardes en el fondo, e incapaces de recorrer largas distancias solos. Adhdeg tiene razón, pero necesito descansar un poco más, apenas tengo fuerzas.

Me levanto. Todo me pesa, hasta el alma, y eso que en teoría sólo son 21 gramos a mayores. Tiene razón. No sé por qué se preocupa por mí. Bueno, sí lo sé: le obligan a ello. Debió de hacer algo terrible para que le cayéramos yo y mis circunsancias como castigo. Madre Natura se lo ha puesto complicado, pero él no ceja en su empeño. Como fuera, es un ser amable. Me pincha un poco pero no me grita, ni me da voces. No me trata como carroña, aunque para los habitantes del bosque, yo lo sea. No me dice que no valgo para nada. No intenta hacerme de menos todo el tiempo. No busca nada en mí de lo que aprovecharse para luego olvidarme y pasar a la primera de cambio. Vale, en realidad busca su propia salvación, pero con un intercambio energético igualitario y saludable.

La verdad es que me gustaría no tener que preocuparle demasiado este año.

Levanto un pie y lo adelanto. Lo apoyo. Levanto el otro pie. Lo adelanto. Lo apoyo.

De momento ando en llano por el fondo del valle, junto a un arrollo tranquilo, pero en un momento el sendero comenzará a subir. Prefiero no pensarlo, no se ven piedras grandes a lo lejos sobre las que descansar...

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