domingo, mayo 01, 2011

Anoche soñé...

Que estábamos juntos en la misma cama. Tú dormías mientras yo te miraba... tu rostro, de gesto plácido, tus ojos, cerrados, la forma de tus pestañas... quería darte un beso o acariciarte, pero tenía miedo de despertarte... y que vieras que era yo, el que realmente te tocaba... al final no pude resistirme y, en un momento en que te acercaste, te acaricié los labios... suaves, jugosos, perfectos... y tú me besaste los dedos, sin saberlo, quizás recordando noches pasadas...

Junto a otros labios...
Junto a otro cuerpo...

Tu boca era tentadora...
...casi tanto como mis remordimientos.

Yo no quería... pero no pude evitarlo. Y mientras intercambiaba miradas, de tus labios a tus ojos cerrados, me incorporé ligeramente.

Encontrando la manera de no tocar ni una sóla parte más de tu cuerpo, me acerqué y te di un beso... un beso suave, fugaz, tierno...

Tú refunfuñaste y al momento yo me separé, volviendo a mis posiciones.

Pero no podía ya pensar en otra cosa que no fueran tus labios... tan dulces... tan perfectos...

Volví a acercar mis dedos... cuando, sin esperarlo, apareció un gato gris con rayado negro. Saltó directo a la almohada, y tras mirarme fijamente y amenazarme con un maullido, me mordió la mano, justo entre el pulgar y el índice, apenas a unos milímetros de tu encuentro.

Al principio me resistí, no quería despertarte, pero el gato me clavaba más y más los colmillos por momentos... intenté separarlo pero sus dientes se hundían más, y más, y más... ¿Acaso era tuyo el gato? ¿De dónde sacaba aquella fuerza descomunal?

No pude evitarlo, acabé soltando un alarido. Y así fue como desperté.

Era tarde, sobre las doce, y el día se debatía entre lluvioso o simplemente nublado.

En la cocina se amontonaban las cervezas. Había por lo menos seis pares. No era posible, no recordaba haber bebido tanto...

Me miré la mano izquierda para comprobar que, efectivamente, había sido un sueño y nada de aquello había pasado.

Hacía un calor insoportable...

La cabeza me daba vueltas...

Me giré y me acurruqué mientras me tapaba con las sábanas. Esas sábanas amarillas que tanto te gustaban. Esas que cubrían la cama en la que hoy, al despertarme, no estabas...

No hay comentarios: