Con ayuda de una improvisada manga pastelera de boquilla estriada (media hoja de papel parafinado enrollada en forma de cucurucho, pegada con celo y cuyo borde recorté en estrella) y con toda la buena ilusión que únicamente un buen amo de casa como yo puede poner en la cocina, me dediqué a rellenar dos bandejas con rosquitas, cucuruchos y redondeles de amorosa y mantequillil masa. A estos últimos les hice además un huequecillo en el centro (en plan ingeniería arenil playera) que cubrí milimétricamente con mermelada de albaricoque...
Qué japi-flouer-pauer me bien hallaba yo en el momento de introducir las bandejas al horno... ¡Y cuán trágico terminar tuvo tamaño trabajo!

PD: Qué rabia no tener una foto del "antes", entenderíais mejor mi penuria...
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